Santo Domingo, 23 jun (EFE).- David Ortiz Arias o, simplemente, ‘Big Papi’, es un tipo afortunado. Bueno, también talentoso.
Se retiró del béisbol en activo el año pasado con muchos coreando que no lo hiciera porque aún le quedaba bastante gasolina en el tanque. Las estadísticas de las Grandes Ligas afirman que abandonó el campo con los mejores números de jugador alguno en su último año.
O sea, que este señor no solo es afortunado y talentoso: también es muy inteligente.
Este viernes los Medias Rojas de Boston le rinden homenaje con la retirada del famoso número 34 que Ortiz usó en su espalda con la franquicia, a la que ayudó decididamente a conquistar tres Series Mundiales en solo nueve años tras una ‘maldición’ de 84 temporadas.
El poderoso jugador dominicano se ganó el respeto y el cariño en Boston gracias a su bate explosivo y a su amplísima sonrisa, adornos de una personalidad carismática que trasciende el campo de béisbol.
Tras pasar en Nueva Inglaterra los últimos 14 de sus 20 años en las Grandes Ligas, ‘Big Papi’ cerró la «fábrica» con promedio al palo de .286, 541 cuadrangulares, 1.758 carreras impulsadas, 1.419 anotadas, 632 dobletes, 8.640 turnos, .620 de ‘slugging’ y un OPS de 1.021.
Como si fuera poco, fue convocado 10 veces al Juego de Estrellas, recibió siete premios Bate de Plata, se alzó dos veces con el premio Hank Aaron, una con el Roberto Clemente y ocho con el Edgar Martínez. Y para redondear, fue líder en ‘vuelacercas’ de la Liga Americana en 2006 con 54.
Nada mal para un muchacho que en 2002 despachó 25 ‘jonrones’ y empujó 75 carreras en 125 partidos con los Mellizos de Minnesota, su primer conjunto en las Mayores, que prefirió dejarlo libre para no pagarle los 1,5 millones de dólares que pedía en arbitraje.
Los Mellizos argumentaron en su momento que esa no fue la causa, sino las lesiones que aquejaban al primera base y bateador designado.
Sea como fuere, al concluir la carrera de Ortiz los aficionados de Minnesota lamentan esa decisión, mientras que los de Boston la bendicen por los siglos de los siglos.
Pues el nativo del sureño municipio de Haina, contiguo a la capital dominicana, supo aprovechar la oportunidad que le agenció en 2003 un ‘peso pesado’ de los Medias Rojas: su compatriota Pedro Martínez, cuando habló con el entonces gerente Theo Epstein para que el equipo se hiciera con los servicios del portentoso bateador zurdo.
De ahí en adelante la historia se escribe sola.
Tres anillos de Serie Mundial y otro de Jugador Más Valioso del título de 2013 pertenecientes a Ortiz, se exhiben estos días en Boston con fines caritativos.
El exjugador es el propulsor de una fundación que financia el coste de intervenciones quirúrgicas a niños afectados de enfermedades cardíacas tanto en República Dominicana como en Estados Unidos.
Las memorias de los bostonianos recuerdan sus estacazos para decidir partidos de ronda regular y de ‘play-offs’; pero también la famosa arenga que pronunció en el Fenway Park cuatro días después de los atentados terroristas del Maratón de Boston de 2013.
Ortiz se hizo con el micrófono y alentó a miles de aficionados a no dejarse abatir por el suceso. Desde ese día pasó de estrella del béisbol a héroe de una de las ciudades estadounidenses más emblemáticas.
Una muestra del tipo de respeto que cosechó a lo largo de su fructífera carrera fue la despedida que los estadios de Grandes Ligas le tributaron el año pasado, con regalos y decenas de simpáticas historias a su alrededor.
Estos días circula el libro «Big Papi: My Story», donde apunta situaciones y anécdotas tan peculiares como aquella de que su compatriota y también extoletero de los Medias Rojas, Manny Ramírez, le invita a restaurantes en esa ciudad y le dejaba plantado.
También da su versión sobre el tipo de comportamiento para con él que le deparaba el gerente general Epstein.
«Theo, el fanático inteligente y apasionado de los Medias Rojas, era un tipo ‘cool’ conmigo. Pero el Theo ejecutivo de los Medias Rojas, que solo pensaba en números, era un maldito cuando se trataba de negociar mis contratos», narra Ortiz.
Algunos de los legendarios nombres de los Medias Rojas, como Ted Williams, Carton Fish y Jim Rice, esperaron muchos años para ver sus números colgados en el viejo Fenway Park.
Ortiz, el ‘Big Papi’, aún no cumple un año desde su retirada y verá como su 34 se unirá a esos grandes.
Tal vez la explicación más acertada la emitió este jueves el presidente del equipo Sam Kennedy: «Ese corto lapso de tiempo es un símbolo de lo que todo el mundo considera ha sido el jugador más importante en la historia de los Medias Rojas».
Si dentro de cuatro años los escritores del béisbol de las Grandes Ligas convierten a Ortiz en el primer bateador designado en ser elevado al Salón de la Fama, es casi seguro de que nos encontremos en las estanterías con «Big Papi: My Story II».
Ramón Santos Lantigua