Houston (EE.UU.), 27 dic (EFE).- Los Astros de Houston concluyen un año histórico después de haber conseguido por primera vez en su existencia de 56 temporadas en las Grandes Ligas el título de la Serie Mundial con el segunda base venezolano José Altuve de gran figura que los proyecta de nuevo favoritos a revalidarlo en el 2018.
El equipo de Houston, que ahora milita en la Liga Americana, sorprendió con el gran rendimiento que aportaron los jóvenes valores que hay dentro del equipo, pero en especial la labor excepcional que tuvo Altuve convertido en el deportista más destacado dentro del profesionalismo de Estados Unidos y entre los latinoamericanos.
La aportación en el campo de Altuve no dejó ninguna duda que fue la clave que permitió a los Astros, primero acabar la temporada regular con la segunda mejor marca de las mayores, y luego superar, contra todo pronóstico, a los poderosos Dodgers de Los Angeles en el «Clásico de Otoño».
Lo anterior le hizo merecedor a que fuese elegido Jugador Más Valioso (MVP) de la temporada en la Liga Americana, una responsabilidad que Altuve quiere demostrar en el diamante con nuevos retos de cara a la próxima temporada.
Altuve, de 27 años, siente que lo conseguido durante la temporada del 2017 fue algo histórico, pero lo más importante para él se encuentra en la filosofía de que todavía le queda espacio para crecer individual y colectivamente de cara a que los Astros sean mejor equipo en el futuro.
El segunda base venezolano, que sobrevivió al doloroso proceso de reconstrucción de los Astros, alcanzó también el premio del título que llegó en el momento que más lo necesitaba la ciudad de Houston, devastada este año por el paso del Huracán Harvey.
Además es consciente que su proyección ya ha trascendido a nivel nacional e internacional por lo que a partir de ahora su labor en el campo será seguida con mayor atención y escrutinio.
No en vano ha superado en popularidad a deportistas profesionales estadounidenses de la talla de los legendarios, Tom Brady, mariscal de campo de Patriots de Nueva Inglaterra, y del alero LeBron James, de los Cavaliers de Cleveland.
Pero Altuve, que disputó el Juego de las Estrellas en cinco ocasiones distintas y lideró a las ligas mayores esta temporada con un promedio de bateo de .346 –mejor marca profesional–, y sus 204 imparables estuvieron que lo colocaron en la cima de la Liga Americana, está listo para seguir creciendo.
Sin importar que sea el primer pelotero de la historia de las Grandes Ligas que lideró a su liga en imparables por cuatro temporadas seguidas, y también igualó la mejor marca de jonrones de su trayectoria con 24 mientras produjo 81 carreras.
Altuve ocupó el segundo puesto en el Joven Circuito con 112 carreras anotadas y tercero tanto en bases robadas (32) como con .410 de porcentaje de enbase.
Mientras que el de slugging fue de .547, sexto mejor, rumbo a coronarse como el segundo jugador de los Astros que fue elegido MVP, después que Jeff Bagwell lo consiguió en 1994, cuando el equipo de Houston militaba en la Liga Nacional.
Su gran rendimiento en la temporada regular se trasladó a los playoffs, donde se convirtió en una fuerza imparable en la serie de división contra los Medias Rojas de Boston al tener promedio de bateo de .533 y 1.133 de porcentaje en slugging.
Pero lo más irónico en la trayectoria profesional de Altuve es que siempre ha tenido que vivir con el estigma de generar dudas sobre su calidad y si era capaz de triunfar en el béisbol de las Grandes Ligas, todo debido a su estatura de 1,68 metros de altura (5,6 pies), que lo convierten en el pelotero más bajo que hay en las Grandes Ligas.
«Nadie creyó que iba a llegar tan lejos», declaró a la Agencia EFE el gerente general de los Astros, el estadounidense mexicano Jeff Luhnow. «La confianza y creencia que tiene en si mismo es la mejor virtud que posee Altuve, una persona excepcional dentro y fuera del campo».
De hecho, han transcurrido más de una década desde que Altuve firmó con los Astros, cuando tenía 16 años, después de haber sido invitado a una prueba en la academia del equipo de Houston en Venezuela, donde su estatura conspiró en su contra y no recibió la notificación para que volviera.
Obstinado como lo hace en sus turnos al bate, Altuve fue al día siguiente y los Astros decidieron que se quedara y lo firmasen por apenas 15.000 dólares, gracias a la perseverancia de Al Pedrique, entonces asistente a la gerencia general del equipo de Houston.
«Fue algo que yo y mi papá (Carlos) decidimos en ese momento: ‘Tenemos que ir otra vez, tenemos que intentarlo otra vez'», recuerda siempre Altuve con orgullo. «Me enseñaron a no darme nunca por vencido si quiero conseguir algo y el dinero no me importaba».
Ahora junto a Altuve, los Astros y el deporte del béisbol tienen también a un grupo de jóvenes talentos como son sus compañeros, los boricuas Carlos Correa y George Springer, además de Alex Bregman.
Todos ellos reconocen que sin Altuve la transformación de los Astros, de ser un equipo con más de 100 derrotas en una temporada a proclamarse campeón de la Serie Mundial, no hubiese sido posible.
Además tampoco tienen ningún reparo en admitir que trabajar junto a Altuve a todos ellos les ha permitido crecer como peloteros y personas porque en él ven al compañero que está siempre listo para darte todo su apoyo tanto dentro como fuera del campo.